S i bien la violencia impuesta por megaproyectos, proyectos extractivistas y desarrollistas continúa con fuerza en buena parte del territorio chiapaneco, los pueblos originarios tzeltales, tsotsiles, chol, zoques y otros han mantenido intacta su cosmovisión: la Madre Tierra no es un recurso a explotar, sino un ser vivo sagrado, fuente de sustento, identidad y espiritualidad. Esta visión ha ayudado a sostener la resistencia a pesar de los duros embates del sistema, que reduce el mundo natural a mercancía. Frente a megaproyectos como la supercarretera Palenque–San Cristóbal, las comunidades han insistido en su derecho al buen vivir y a decidir sobre sus tierras, resistiendo colectivamente y desde abajo, con creatividad, dignidad y solidaridad.

Encuentro internacional “Resistencias y rebeldías: Algunas partes del todo”, convocado por el EZLN, Caracol de Morelia, agosto de 2025 © SIPAZ
Recientemente, en el mes de julio, se llevó a cabo el “Encuentro Internacional en Defensa de la Vida: El Maíz, El Agua, El Territorio y La Madre Tierra” en la comunidad Ahlan Muc’ul Ha’ (Abajo del Río Grande), en el municipio de Chilón, en el cual participaron alrededor de 250 personas — integrantes de 60 comunidades, organizaciones y redes locales, nacionales e internacionales—, con el objetivo de compartir experiencias organizativas y comunitarias en las resistencias y en la defensa de la vida, el agua, el maíz, el territorio y la Madre Tierra.
A través de un pronunciamiento final, las y los participantes denunciaron que los territorios de los pueblos originarios se encuentran amenazados por los megaproyectos impuestos por los gobiernos, sin el consentimiento de los pueblos, e instrumentalizando las consultas para consumar el despojo. Asimismo, señalaron la militarización de sus territorios por parte de diferentes fuerzas de seguridad local, regional y nacional, así como la presencia del crimen organizado y su complicidad con los gobiernos y los estados.
También señalaron las estrategias de los gobiernos, partidos políticos, élites empresariales y caciques locales, que buscan desestabilizar las organizaciones comunitarias para el despojo de territorios, a favor de intereses capitalistas. Asimismo, exigieron respeto a sus derechos y los de la Madre Tierra, así como el respeto a la vida de las y los defensores del territorio y de los derechos humanos que permanecen en pie de lucha en toda América Latina y el Planeta Tierra.
Declararon: “Nuestros territorios tienen una gran diversidad biocultural que nos han heredado nuestros ancestros y ancestras, las cuales están puestas en grave peligro a causa de un modelo de desarrollo extractivista que, bajo la lógica individualista, capitalista y patriarcal, nos está despojando de todo lo que nos da vida”.
“Hemos compartido nuestros dolores, pero también nuestras esperanzas y fortalezas: nuestra organización comunitaria tejida a través de nuestros sistemas normativos, nuestras espiritualidades y ceremonias, así como el trabajo colectivo comunitario que sostiene las alternativas que caminamos en nuestra cotidianidad. Hemos tejido nuestra capacidad de compartir y de soñar en medio de las violencias y guerras que nos atraviesan”, agregaron.
Otro intercambio importante tuvo lugar en Altamirano, específicamente en el caracol Morelia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en donde durante dos semanas se realizó el Encuentro de Resistencias y Rebeldía “Algunas Partes del Todo”. Ahí, se llevaron a cabo intercambios de saberes y diálogos sobre las luchas que se sostienen en diversas geografías.
“Esta apertura permite que los pueblos se reconozcan mutuamente en problemas comunes y examinen cómo afrontar juntos el futuro más allá del capitalismo”, mencionaron.
Durante sus participaciones, el EZLN reconoció las fallas que se han presentado a lo largo de los años al interior del movimiento, y compartió cómo, en ocasiones, reproducían pirámides de poder similares a las del capitalismo. Esto afectaba el desarrollo de la lucha y la transición hacia una nueva estructura basada en la idea “del común”. “Estas nuevas estructuras buscan que las decisiones nazcan desde abajo y se articulen horizontalmente, evitando acumulación de poder. El pueblo es el que tiene que aprender a gobernar, el verdadero poder popular”, afirmaron.
Entre las diferentes formas de resistencia, invitaron a recuperar saberes ancestrales como la medicina tradicional, prácticas agrícolas ecológicas, y viviendas colectivas, entre otros. Así como a prevenir el consumo de sustancias y no participar de ninguna forma en actividades del crimen organizado, evitando sembrar o vender drogas.

Encuentro internacional “Resistencias y rebeldías: Algunas partes del todo”, convocado por el EZLN, Caracol de Morelia, agosto de 2025 © SIPAZ
“La defensa de la vida, el cuidado colectivo y la construcción de autonomía son la única vía de la resistencia”, reiteraron.
Otra forma de resistir que encontramos en los pueblos originarios es la fe, la comunión con sus ancestros, el honrar a la Madre Tierra y sus padres y madres espirituales. Las peregrinaciones en Chiapas se han utilizado en las últimas décadas como una manera de protesta, una forma de resistencia frente al olvido y el despojo. Son actos de caminar consciente, de memoria, de sanación comunitaria y espiritual. Reunidos, hombres, mujeres, jóvenes y niñeces se encaminan por veredas, carreteras y caminos sagrados, pidiendo al territorio permiso para transitar, honrando a la Madre Tierra, a los ancestros, al agua que corre en arroyos y ríos, las cascadas, las cañadas y la selva que lo abraza, y al maíz que nace de su vientre fértil.
Este caminar es un acto político y espiritual a la vez: se celebra la vida, se renuevan saberes y compromisos, y se reafirman los derechos colectivos. En cada paso se evoca la dignidad de los pueblos, se canta, se reza, se agradece el agua y la tierra, y se condena su explotación por megaproyectos que saquean la riqueza natural en nombre del desarrollo, y la violencia que esto conlleva.
En este sentido, en agosto, se realizaron dos peregrinaciones, una en Bachajón y otra en Salto de Agua. Ambas tuvieron como fin visibilizar la persistencia de la violencia en sus territorios, las violaciones a sus derechos, el despojo y contaminación, y la imposición de megaproyectos, principalmente la construcción de la supercarretera Palenque-San Cristóbal.
Miles de personas en estos dos diferentes puntos del estado salieron a caminar para exigir el respeto a sus derechos, el cuidado a la Madre Tierra y la vida. Dan fe de que, aunque el capital intenta devorar el entorno con carreteras, industrias y despojo; las mujeres, los hombres, los ancianos y ancianas, y los jóvenes y niñas de Chiapas responden con canto, con ceremonia, con dignidad, con fe. Y aunque pasen megaproyectos, supercarreteras o “Trenes Mayas”, la Madre Tierra tendrá quienes la cuiden. La esperanza está en esa comunidad que camina, que siembra y canta, que defiende la fuerza de su palabra y la belleza de sus manos. No solo resisten: proponen, reconstruyen alianzas y resiembran futuro.